¿Nos bancamos que un hijo esté “mal”? – Apadrinando la frustración y el fracaso




Frustración = respuesta emocional común, relacionada con la ira y la decepción, al no cumplimiento de la voluntad individual y, agrego yo, clave para aprender a aprender.
Día a día nuestros hijos pasan por miles de instancias en las que no logran cumplir su voluntad. Algunos intentan una vez, otros dos, incluso diez veces; y llega un momento en el que no pueden solos, que encuentran su límite y no logran lo que quieren, y ESE momento es un momento clave para aprender. Como madre muchas veces me vi tentada a ayudar a mi hija en estos momentos, y ahora sé que algo en mí me llevo a permitir que la frustración ocurriera, que diera lugar al enojo, tristeza o la emoción “incomoda” que le generara y simplemente acompañarla en ese momento.
¿Y para que dejar que “sufra”? Me preguntó mi esposo una vez, sin poder sacarme la coach que hay en mí le pregunté: “¿Quién dice que está “sufriendo”? ¿Dónde está el sufrimiento? ¿En ella? ¿O en vos al verla frustrarse y enojarse?” ¡Cómo nos cuesta!, acompañar a otro en su dolor, atravesar situaciones incómodas que aprendimos que no eran buenas y de las cuales debíamos salir rápido, huir, tapar, cualquier cosa antes de sentir. Les comparto algo que tal vez les sirva: si no sentimos, no aprendemos, no registramos lo que nos pasa por el cuerpo y no alcanza con el lenguaje ni la lógica para saber que podemos ELEGIR otro camino.
Alguno dirá: “Pobrecito”.  ESTA es para mí una de las creencias más limitantes que podemos tener como padres, “creer que los chicos por ser chicos son menos”, no pueden aprender o no pueden “bancar” lo que implica aprender. Bueno, les digo algo: “sí pueden”, porque transitar la incomodidad se aprende, y si no es desde chicos, después costará muchísimo más. Hoy hay adultos que creen saber y poder todo (o tienen muy buenas excusas) y que no pueden plantearse que hay algo mal en sus decisiones y re-elegir desde la vulnerabilidad y la incomodidad que da decir “no sé, no me sale, me supera, me equivoqué”. ¿Por qué mejor resolver esto de chicos? Bueno, como decía mi abuela: chicos chicos, problemas chicos, chicos grandes… Entonces mejor si aprendemos antes que después.
El fracaso, no lograr aquello que quiero, no es malo en sí mismo, porque nos da una oportunidad de cambiar aquello que hacemos, que somos, para volver a intentarlo. Lo que sí es malo es el miedo al fracaso, porque nos limita, incluso antes de siquiera intentarlo.
Entonces, ¿por qué no ayudar a nuestros hijos a aprender a fracasar? Qué raro suena para nuestro paradigma cultural exitista. Si es hora de cambiarlo, quien más que nosotros, los padres, para hacerlo.
¿Queremos que nuestros hijos sean seguros de sí mismos, confíen en sus capacidades y desarrollen una autoestima elevada? Por supuesto que , y esto implica estar para ellos al lado, cerquita, para que cuando se frustren, cuando fracasen, dar una mano acompañándolos en el aceptar y experimentar esos sentimientos incómodos. Podemos reconocer lo que sienten empatizando con ellos (“como me enoja a mí cuando algo no me sale!” O “que lindo sería llegar a tocar el botón del ascensor”) y ayudarlos a crear otras formas de lograr aquello que quieren (“si querés podemos intentar con un banquito a ver si así llegas”, o “mi mamá me enseño que si pinto despacito y con rayitas es más fácil pintar dentro de la figura, ¿Querés que probemos juntas?”).
¿Y qué pasa cuando la frustración viene asociada a un límite impuesto por nosotros? ¡Lo mismo! No somos los malos de la película, o sí lo somos para ellos en ese momento, pero sabemos y sentimos profundamente que lo que hacemos lo hacemos para cuidarlos y que aprendan formas, que consideramos sanas, de comportarse para sí mismos y para la sociedad. Entonces confiemos en NUESTRO criterio primero, y luego empaticemos con ellos y busquemos alternativas si es que creemos que las hay “que lindo seria comer todos los dulces ahora pero vamos a dejarlos en este tarro para ir sacando de a uno después de comer”, “como te enoja no poder seguir jugando a la noche dejemos los juguetes listos para que cuando despiertes puedas seguir”.
Permitámosles transitar la frustración que conlleva el fracaso, el no poder, el encontrarse con un límite, para que así puedan aprender a aprender. Ayudémoslos a sentir que nosotros como padres los comprendemos, sentimos su dolor y no están solos para transitarlo. Nada malo les pasará por transitar el dolor y eso solo quien es responsable por vos de chico puede ayudarte a entenderlo: estando cerquita, atento a lo que te pasa, dando ese abrazo que contiene, donde todas las cosas malas y feas se diluyen en su amor incondicional.



By Den - Edicion filial

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